LA PLUMA MÁGICA

Eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que piensas . (Winnie The Pooh)

Eran las tres de la tarde y corría por una carretera a penas transitada, el sol bañaba mi rostro pecoso y me hacía sudar, últimas gotas porque el invierno comienza a dejarse ver. Cansada de muchos kilómetros me sentía aún dichosa y con ganas de continuar. A veces es extraño como deseas llegar a casa y sin embargo no quieres dejar de correr aunque haya algún dolor que te golpee fuerte. Miraba al frente sumida en pensamientos caóticos y sin sentidos, era de esos días en los que la mente no dejaba de trabajar. La única música mi respiración y el zapateo de mis pies constante sobre el asfalto pero algo me hizo detenerme y pensar.
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Con el alma encendida

Con Doñana de fondo, en la desembocadura de mi Guadalquivir y de la mano de mi amado Álvaro miro un atardecer son sabor a Namibia, y recuerdo un caluroso verano que se tiñó de duro invierno corriendo mas de 1 millón de metros como preparación para lo imposible, inevitable sentir algo fuerte que ruge dentro de mi…

A veces siento miedo y quiero correr rápido para ver si lo pierdo, a veces la soledad me ha invadido quedándose pegada a mí hasta tener que bañarme y frotarme fuerte para ver si la desprendía, a veces sólo a veces he sentido que tiraba la toalla pero nunca llegaba al suelo. Quizás porque nací fuerte como un roble en una familia humilde con una bandera roja llena de palabras como: lucha, entrega, pasión, vida…

Sentada frente a una taza de café caliente y aun medio dormida, el olor de aquella mañana me trajo recuerdos de una niñez que no volverá pero quedará por siempre en mi memoria. Han pasado los años y aun puedo sentir la calidez del sol que bañaba mi cuerpo una tarde de ribera donde las preocupaciones se quedaban en aquel río que fluía lento pero constante.

Últimamente las mañanas están cargadas de emociones, comienzo con sentimientos a flor de piel y los recuerdos me persiguen como la sombra. Salgo a correr con el alma encendida y toda la ilusión por completar cada entrenamiento, al terminar levanto los brazos y pienso una meta más e inevitablemente viajo lejos, y los nervios se apoderan de la boca de mi estómago y la media sonrisa se dibuja en mi cara ¿Quién me iba a decir a mí que aquella llamada cambiaría mi vida y la de posiblemente muchos?

Hay momentos donde me tumbo en mi cama con la mirada perdida en el techo, curioso lo alto que lo veo a veces y otras tan bajo. Sueño despierta con un desierto que no llega, respiro fuerte controlando los nervios y entonces, miro atrás y recuerdo los orígenes.

Son tantas horas de duro trabajo, de sacrificio, de dejar a un lado a personas y perderte momentos por ganar otros. Piensas si verdaderamente todo esto es tan importante, ¿Es necesario sentir dolores físicos y del alma? ¿Debería dejarlo todo?  Y entonces el olor de mi madre me invade, el sudor de este verano, el beso de un amigo, la voz de Álvaro diciéndome “eres niebla, pequeña”, el grito de mi Aitor una tarde de entreno «Titi tu puedes» y todo se diluye como espuma de cerveza, el ritmo cardiaco se ralentiza, cierro los ojos y saboreo esta taza de café caliente que mantengo entre mis manos. Me coloco las zapatillas y a salgo a conquistar mi vida con una frase tatuada en mi piel “Vivir la vida y aceptar el reto”.

Namibia me espera en menos de un mes con los brazos abiertos, con un paisaje que me dejará exhausta, las olas del mar me aliviará las heridas y las dunas sellarán cada momento. Las horas en soledad corriendo forjarán mi nuevo camino, los 50 kilómetros diarios terminarán con el abrazo de Álvaro y al atardecer tiritaré por dentro, las emociones acariciarán mi corazón y la sonrisa iluminará un día más mi rostro con el alma encendida.

“¡No te detengas!”, me grito en mi interior y, por fin… la Meta

Hace años soñé que algún día me subiría al pódium de los 101km de Ronda, y no es que el pódium sea importante en mi vida en estos momentos, pero hubo un tiempo en que sentía que no brillaba y veía muy de lejos ser capaz de correr más de cien kilómetros sin descanso. Hoy puedo decir que brillé con luz propia. No por el resultado conseguido, sino porque dejé atrás una mochila del pasado… ¡Que bello es vivir!

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Lo primero que hay que trabajar a la hora de afrontar este tipo de pruebas es la mente, un trabajo previo de días que en mi caso nutro con recuerdos, olores conocidos o besos de personas a las que quiero. En esta ocasión mi “talismán” ha sido mi sobrina de un año, Martina, por su fortaleza frente a la adversidad. Mi medalla de finisher es suya.

En Ronda me encuentro con caras conocidas, amigos con un mismo objetivo: Vivir esta prueba, y con un mismo pensamiento: “Mañana vamos a sufrir, el calor no nos dará tregua”. ¡Cuántas historias y motivos tenemos cada uno para estar aquí! Y es que es intenso respirar ese nerviosismo en las horas previas, observar a los que rezan, a los que gritan, a los que se emocionan y a los que corren ya aún sin moverse del lugar. ¿Que cuál soy yo? Supongo que un poco de cada uno.

Ceno con mi compañero de aventuras, Santi Pérez, frente a un paisaje que nunca olvidaremos, con nuestras confidencias. Luego a intento dormir, no pensar, pero recibo  mensajes que desean darme toda la fuerza del mundo y al final, cuando estoy en la prueba recuerdo esas palabras.

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A las 10:30 de la mañana me meto en el cajón de salida acompañada de un veterano y experto en este evento deportivo y de un amigo que se enfrenta por primera vez a los 101km. Gracias por esos momentos de risas y locuras, quizás no compartimos muchos kilómetros pero los poquito me hicieron tener un cariño especial por ambos.

Pistoletazo de salida  y a correr. Por delante 101 kilómetros. Desde el principio mi estómago no va bien y comer se me pone complicado, pero decido usar la cabeza e hidratarme mucho y tomar algo de fruta.

En estas pruebas debes usar los momentos de “subidón” para que te ayuden a continuar. Para mí Setenil y el Cuartel son la clave. En Setenil, un público numeroso espera para recibir a los corredores, es como regresar a los últimos 100 metros de la Transvulcania, me emociono.

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Ahora a por el segundo objetivo, llegar al Cuartel, coger el frontal y salir a buscar el kilómetro 83 donde me espera  Kike, con una gran sonrisa y sus brazos. Llego al cuartel, como un poco de arroz de pie y dos tragos de refresco, cojo mi frontal y salgo a correr de nuevo. Levanto la vista y veo su silueta delgada esperándome. En ese instante siento que he ganado Ronda. Porque nadie ha hecho esto por mí y noto sus manos como la primera vez que me la ofreció en nuestra primera cuesta, sin saber ambos que eso iba a cambiar nuestras vidas.

Comenzamos la cuenta atrás restar kilómetros y avanzar, sueño con llegar a la cuesta del cachondeo donde los adoquines te llevan sólo de tantos valientes que han pasado por ahí de una manera u otra. A veces el paisaje nos paraba pero sobre todo ese manto de estrellas que al apagar el frontal podíamos disfrutar y sentir que la vida es Infinita.

Diviso la cuesta y rompo a llorar, me duele tanto las costillas, es tal el cansancio pero no puedo parar y es que estas sensaciones no sé cómo definirlas. Suena el teléfono es mi madre con su eterna voz de preocupación y con una pregunta: ¿Has sufrido mucho?. Me hago la dura y le respondo que no, en realidad solo deseo abrazarla y que me bese porque siempre diré que en sus besos hay magia para sanar los dolores más intensos.

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Último kilómetro y nos recibe una calle llena de héroes, de familias que esperan con el corazón enardecido, de personas que pueden sentir cada paso que das. Beso su mano y nos despedimos, los últimos metros son míos. Quiero gritar, llorar, reír pero sólo lanzo un beso al cielo, beso las muñequeras de mis sobrinos y pronuncio un nombre, Martina.

  “¡No te detengas!”, me grito en mi interior y, por fin… la Meta.

Al día siguiente subí a pódium a recibir un premio que no es sólo mío sino de muchos que me acompañáis:

Gracias a mi familia y amigos por tanto amor que recibo

Gracias a mi socio y compañero Álvaro Cuadrado que confía y cree ciegamente en lo que hago. Siempre tienes unas alas para que pueda cabalgar libremente por el monte y recordarme que somos niebla.

Gracias al equipo de Squareventures y Swing 28 por el trabajo que hacéis ¡Grande!

Gracias a Cocacola, Atei, Orbea y Serviprinter por apoyar el proyecto, sin vosotros nada sería posible.

Gracias a los medios de comunicación por ese apoyo y empujón para que La Princesa del desierto llegue a muchos rincones del mundo.

Gracias Kike por tu mano y tu corazón.

Mi podium fue su Felicidad

 

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Una manta fina de agua bañaba mi rostro, los pies inundados de barro, el dolor comenzaba a aparecer en mis rodillas y las ojeras cubrían mis ojos. La banda sonora de La Misión sonaba en mis oídos haciéndome recordar imágenes de un pasado muy lejano de mi vida.. sin querer sonreía porque la felicidad estaba de nuevo en mí. Cómo describir cuando sientes que no corres sino que vuelas, que las zapatillas no pesan sino que son tus alas, cómo describir cuando al pecho le embarga la emoción.

Este día quedará grabado en mi memoria, y es que vivir intensamente cada instante duele pero es un dolor que te deja exhausto y siempre quieres más. Podría haber sido una carrera más, un dorsal para guardar en mi caja y un nuevo paso dado en mi camino pero no ha sido así. Es un dorsal con un nombre Fernando Leira que lucha contra el ELA, un paso clavado en barro con el nombre de Natalia Macías y un aprendizaje: que la valentía tiene la fuerza, la perseverancia y la delicadeza de una mujer con olor a tierra mojada.

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Nos levantamos temprano como siempre con mi gran amigo Santi, que bonito es el amanecer a tu lado porque el cariño sabe a café y a sentirse en casa. Siempre se ríe de mis buenos días con mis pelos enmarañados y tiene algún detalle para hacerme sentir niña pero hoy además teníamos que celebrar que era su cumpleaños. Gracias a la vida por dejarme estar más años a su lado, eres tan importante amigo mío.

Fuimos en busca de otro guerrero incansable, de esos que traspasa con su mirada azul y la palabra fortaleza nació con él. Emprendimos por fin el viaje a Ronda, que siempre tiene para mí un componente especial.

Fue mi primera carrera de 26km que la recuerdo con tanto cariño porque eran momentos no tan bonitos que debemos vivir para aprender y seguir. He vuelto cada año por motivos diferentes y en todas guardo el sabor agrio dulce de una competición.

Llevo meses esperándola con respeto y con la ilusión de una niña el día de los reyes, iba a compartir una salida con mi hermana “Mi Mai”. Para los que no la conozcáis es fuerte como un roble, valiente como un felino y dulce como la miel. Hace tiempo decidió dar un carpetazo a todo los muros que tenía en su vida, decidió colocarse un buff y salí al campo al respirar. Luchó días y días, no cedió al dolor y en su afán por alcanzar esa meta crecía el orgullo en sus ojos. Pero como alguien al que quiero me dijo una vez “Una golondrina no trae sola el verano”, ella ha tenido a su lado a su compañero de vida, una bella persona. Gracias Mario

Nos encontramos por fín todos entre risas, nervios, gritos, nos colocamos la ropa de batalla y hoy llevo en mi espalda un escudo precioso forjado con el número 32. Hace tiempo llegó a mí, un email con la historia de un hombre que ama este deporte pero la enfermedad de ELA lo ha frenado en sus carreras pero no en su vida. Tiene un lema «La vida con una sonrisa» y este día él iba a estar conmigo, yo sería sus piernas y él sería el corazón que latiera fuerte. Gracias Fernando por ser ejemplo de lucha.

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10:00 de la mañana suena la cuenta atrás, beso a mis amigos, abrazo a mi hermana y sólo puedo decirle te quiero y disfruta. Corro rápido, necesito avanzar y mi carrera comienza desde ya. Voy sola en todo momento pero me siento tan fuerte por ahora, no tengo dolor de nada, corro por encima del barro y al mirar a las montañas solo veo niebla que avanza.

Han pasado ya dos horas y necesito oír a mi hermana, saber que va bien y al descolgar su respiración entrecortada me dice : Mai estoy bien, voy por benaoján, que de barro… y volví a tener pulso. Gracias me repetía para mis adentros, no sé a quien estaba agradecida pero era la única palabra que brotaba de mis labios.

Seguí corriendo, y la lluvia a veces nos daba tregua pero sinceramente no la sentía porque lo única que oía era su voz. Pasaba los kilómetros y aunque el cansancio comenzaba a notarse podía seguir corriendo, recordar a las personas que me están apoyando tanto, aquell@s que haceís que mi sol brille más fuerte. Recuerdo las palabras de mi compañero de viaje “Sé que estas fuerte pero si no puedes más y flaqueas seré tu corcel negro como toda princesa tiene en los cuentos”. Y cuando sólo me quedaban 8km la vuelvo a llamar, y me dijo:» estoy a 4 kilómetros de meta». Me ahogo en lágrimas al recordar ese momento. Creo que le dije: Grande mai, ya lo has hecho, nos vemos en la meta. Rompí a llorar, mientras corría, y una vez más miré al cielo infinito que volvía a llover pero esta vez era agua dulce.

Llamé a mi madre y le dije: Que tenía una hija muy grande, que nada nunca pudo con ella. Gracias madre porque lo has hecho muy bien con nosotras, tú que siempre luchaste a nuestro lado, este éxito también es tuyo.

Ahora sí, mis ansías por llegar se hacían más grande, soñaba con esa meta, con sus besos, último kilómetro y corro fuerte por cruzar. Al llegar mis piernas temblaban, estaba exhausta había bajado el tiempo del año anterior y me quedaba recoger mi regalo, que no era el pódium conseguido sino la felicidad de mi hermana.

Decido ir a por ella, estará a punto de llegar y justo a 300m aparece con su gran amor, nos abrazamos, lloramos y el tiempo se detuvo entre risas y lágrimas.  “Corre Mai, lo conseguiste, levanta los brazos al llegar a meta”… y así fue.

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Su sonrisa no se ha borrado, en sus ojos verdes existe un brillo que la hace aún más bonita, el cansancio es a pena perceptible y aunque en sus andares aún hay restos de barro  lleva una capa preciosa con una frase escrita “Princesa del Desierto”.

Voces de un desierto… Namib

Durante milenios, los nómadas del desierto han oído voces y sonidos misteriosos provocados, a su decir, por fantasmas y demonios. Marco Polo creía que a veces los espíritus malignos «llenaban el aire con sones de instrumentos musicales de todo tipo, redobles de tambor y chasquidos de espadas».

 «Los sonidos de la arena»

 No sé si en mitad de la nada, cuando las fuerzas flaqueen y sienta que mis pies se hunden al parar un segundo y respirar, oiré el sonido de nómadas que dejaron su esencia en esas dunas, de mujeres que tiñeron su piel para soportar el calor y aniperdidos entre granos de arena.

No sé si en la playa mientras observo una costa de esqueletos que se abre ante mí conseguiré tiritar al pensar en cuantos barcos naufragaron en aquella zona y ballenas varadas y si sentiré el motivo del porqué   algunos marineros la llamaban “las puertas del infierno”.

No sé si en la sábana mientras al atardecer corro rodeadas de animales salvajes sentiré miedo o gritaré de euforia al pensar que estoy en un sueño hecho realidad.

Pensamientos, sentimientos, emociones…Todo esto pasó por mi cabeza cuando mi socio Álvaro Cuadrado me puso frente al ordenador para que pudiera sentir una parte de todo lo que vamos a vivir juntos en Namibia, con el Teaser que ha realizado, lleno de  fuerza y grandeza.

 Nuestro desafío correr 1000 kilómetros en 20 días, nuestro  objetivo desafiar a lo imposible y demostrar que toda persona puede lograr lo que sueña despiert@ con la grabación de un documental que recogerá cada grano de arena pisada , imágenes que nos harán saborear el sabor amargo del cansancio de días y días y mostrará una mirada que cambia con el pasar de los atardeceres.

Cuando las personas luchamos con nuestras fuerzas por tocar el cielo y al final lo conseguimos todo pasa muy rápido,al terminar sientes que duró poco, incluso el vacío se adueña de ti y el miedo a olvidar lo vivido se apodera en muchos momentos. Miras atrás y en esa inmensidad donde la belleza del paisaje se entremezclan con el dolor de tu cuerpo y las lágrimas que no podrías decir su motivo, sientes que cada paso que diste valió la pena.

Nuestro documental será el reflejo de días soleados, nublados y de lluvia, de un canto a la esperanza, de una mujer que con las manos vacías tal y como nació se enfrentará al Namib dejándose la piel en cada etapa y bendiciendo al tierra con una gran sonrisa. Pero nada sería posible sin «los ojos del viajero» es decir, mi Álvaro cómo me gusta decir.  Lleva en su cuerpo heridas hechas en batallas siempre ganadas porque es valiente y da un paso hacia delante, ha cruzado continentes y en cada lugar visitado encontró paraísos cercanos. A veces cuando nos miramos en silencio soñamos con este desafío y estoy segura que los dos, lo vivimos diferente pero nos une lo mismo «la pasión por vivir».

Hace más de un año que nos conocemos y él dibujó para mí el sueño al que ahora nos enfrentamos ambos. Yo seré las piernas, él será el aliento, yo seré el desierto y él será agua pero ambos cruzaremos cada meta con una sonrisa por bandera y sentiremos que la niebla avanza cada día.

Frente al atardecer, con los elefantes en la lejanía y una taza de café compartida en un jarrillo ya quemado, no hablaremos y sólo oiremos las voces del desierto.

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Este documental es mi sueño, tu sueño, el de much@s que empiezan a despertar de un largo letargo y otros comienza a sentir que un largo viaje comienza con un único paso.  

La Pretoriana… héroes cotidiano

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A veces necesitamos levantar la vista y mirar más allá de lo que tenemos en frente, a veces debemos quitarnos los auriculares y dejar pasar las palabras de los demás, a veces debemos parar y beber de las personas para descubrir que existen los héroes de verdad, sin máscaras ni trajes apretados que luchan cada día por superarse y con ello nos ayudan a los demás con sus ejemplos. A esos héroes quiero dedicar esta crónica de la carrera, La Pretoriana.
Esta carrera tenía un motivo solidario, una vez más las personas se agrupaban para crear grandes cosas, y es que el ser humano tiene en sus manos la posibilidad de cambiar el mundo. Podríamos ser negativos y decir que no queremos, pero cuando hay personas que dan el paso para conseguirlo, la esperanza nace en el corazón de muchos.
Esta prueba llegó a mí de pura causalidad, no había querido inscribirme porque arrastraba problemas en los huesos de los pies, pero dos días antes hablando con Coco, presidente del Club de Los Jartibles me hizo una propuesta y consiguió que pudiera estar presente como invitada en la charla coloquio, previa a la prueba junto a dos grandes personas y deportistas, Ivan Vivo y Fali Coleta para hablar sobre ultrafondo.

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Fue una charla nacida de mi corazón, escuchaba a mis compañeros hablar de grandes cimas coronadas, pruebas míticas y como sus miradas cambiaban ante cierto nombres porque su mente traía de nuevo experiencias que los marcaron y aprendieron para siempre.Tocó mi turno y decidí que hablase mi corazón que en ese momento antes much@s runners latía fuerte. Podría haber dicho muchas cosas pero solo quería hablar de emociones , que son las que nos marcan en la vida, de lo mucho que sentimos frente a lo que nos ocurre cuando damos ese paso y saltamos a la larga distancia. Sin querer vamos cambiando y la lejanía nos parece lo más cercano que podremos tener , las necesidades van girando y las ansias por volar sobre paisajes escarpados aumentan. Corremos y nos expresamos, cuando el enfado está alojado en nuestro interior deseamos que llegue una bajada tan fuerte que nos vacíe, cuando nos sentimos eufóricos deseamos correr por un prado verde donde los pies se inunden del agua de las últimas lluvia y cuando deseamos solo pensar.. encontramos la gran subida que hará callar y sumirte en los pensamientos.

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Llegó la gran mañana, una vez más en el cajón de salida con mi amigo Santi y muchos otros que en ese día se convertirían en algo más que en compañeros. No sé porque ocurre pero cuando compartes kilómetros con personas, donde hablamos de nuestras vidas, sueños, vivencias… todo cambia con respectos a ellas y pasan a tener un nombre que al recordarla sonríes, porque supo entenderte y ofrecerte el agua fresca de su camelbak.

Comenzó la carrera al amanecer y el frescor estaba latente, las conversaciones se iniciaban y el único pensamiento era avanzar para quitarnos los kilómetros antes, temiendo nuestro peor enemigo, la calor.

Antonio una gran persona, llena de bondad, con ganas de vivir estuvo a mi lado durante 70 km ¿como darle las gracias?,¿ como explicarle lo que siento?.. en los momentos duros añoras olores,personas, palabras y cuando alguien consigue borrar todo eso con una sonrisa, sabes que es la persona adecuada para compartir esos momentos contigo. Gracias

Seguimos entre pinares bellos de encanto, de frescor, que pensaré en ellos siempre por lo que sentí. Simplemente pensé en mi madre que llevaba una semana enferma. La palabra Madre, es muy grande pero es que la mía la puedo decir a voz en grito y en mayúsculas. A veces con solo mirarla las lágrimas me brotan y es tanta la pasión que tengo por ella. Apoya mis locuras, me quita los palos y el beso está presente en sus labios. No son besos cualquiera, son dados con todo lo que se puede querer a alguien. Ella entiende que me parió libre, y así continuaré el resto de mis días. Me puse mi música y sonó su canción de Carusso,que bella y la imaginé en la meta esperándome con sus silbidos de fans y su enternecedora locura.

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Los kilómetros comenzaban a notarse y el calor hacía mella en nuestras piernas, deseábamos llegar a los puntos de control y refrescarnos. Hubo una parte que se hizo bastante crítica porque la sombra no nos acompañaba, así que  me tocó tirar de recursos y pensar en mi vida, y en todo lo que me rodea . No dejo de sorprenderme con la cantidad de personas que generan tantas emociones en mí, pensé en mis amigos que me empujan en cada reto y ponen un motivo en mi vida para vivir, en mi familia que amo, en mi socio que siempre me recuerda lo que buscamos, en personas del pasado y en las que se asoman cada día a la puerta de mi alma.

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Antonio seguía animándome y ambos charlábamos para olvidarnos del calor, de repente oímos la voz de Fali que llegó como agua de Mayo.  Juntos comenzamos la recta final de esa prueba, ya solo quedaba apretar dientes y restar kilómetros. Sus historias hicieron que todo pasara más rápido y aprender de Fali fue un lujo, gracias por compartir.

Ya casi estábamos ahí, un último empujón y sería nuestra la carrera, en la meta me esperaba «Mi princesa Alicia»  para entrar a mi lado. Corrí más rápido para llegar a ella, besarla y abrazarla, sentir que todo llegaba a su final y que el sabor de mi boca seguí siendo dulce… 70 kilómetros donde había disfrutado, echaba tanto de menos esa sensación.

Últimos metros, miré al cielo y mis ojos encontraron en el arco de meta caras conocidas, mis niñ@s del curso. Gracias por creer en lo que hago, gracias Jesús por tu mirada de respeto, Gracias Inés por cuidarme aún sin tú saberlo, Gracias José Ángel por entregarme tus llaves que me acompañaron recordándome que existen los verdaderos héroes.

Sentí que no corría sino que volaba con dos personas maravillosas, y por fín crucé el arco, donde todos nos abrazamos y sobraban las palabras porque nuestras miradas hablaban… Me refugié en los brazos de alguien que me vió nacer, mi tía, la cual me hizo dos grandes regalos, la voz de mi madre al teléfono, donde una vez más podía decirle: Madre, lo conseguí y un beso cálido, lleno de ternura que me hizo regresar a mi infancia. Sentí en esos momentos que necesitaba ser cuidada..

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La meta estaba colmada de grandes sorpresas, me esperaba una amiga con lágrimas en los ojos, una sonrisa que traspasaba fronteras,  por primera vez ella estaba físicamente presente en una meta. Gracias Maria José por quererme de esa manera.

Cuando termina una carrera y va pasando el tiempo es verdaderamente cuando asimilas y recuerdas mejor los motivos por los que haces estas cosas e incluso el porqué se aguantan en muchas situaciones. Yo me doy cuenta que mi motor sois vosotr@s, los héroes como decía al principio que lucha por sus sueños, por vivir, que plantan la bandera del no conformismo.

Gracias a Vero por empujarme a seguir, a  Alvaro Cuadrado por hacerme niebla, a mis compañeros de aventuras, al Club Los Jartibles y Los Pretorianos y gracias a los que hacéis de cada día un mundo mejor.

 

 

Ruge en mí… es mi camino

Enfado,frustración, agobio, sentimientos contradictorios y preguntas que no salían de mi corazón, en realidad sino de mi mente ¿Qué hago aquí? ¿Hasta dónde debo seguir y por qué? Buscar motivos y a penas encontrarlos, sentir que flaqueas y volver a renacer… En esto se resume una carrera que me desgató mucho en todos los sentidos. He librado muchas batallas pero las más difíciles son aquellas que te provocan la mente. Este Trail aún tiene un sabor amargo en mi boca, sé que dentro de un tiempo podré apreciarlo aunque ahora me asqueé.

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Eran las 7 de la mañana cuando salimos bajo una manta de papelillos platas, luces de frontales y algunos aplausos de la organización. Una vez más, me acompañó mi gran amigo Santi y comenzamos con ritmo tranquilo, sabíamos que nos quedaba muchas horas por delante, y el terreno no era muy conocido para nosotros aunque un año atrás yo había estado en un raid de aventura con compañeros inolvidables.
Empezó la subida, avanzábamos con buen ritmo y con la cabeza muy fría, disfrutando de un paisaje inolvidable donde parecíamos estar por encima de las nubes. Recordé una frase que me escribió Miquel Capó que aprendimos en Sables “Somos la envidia del mundo, por estar donde queremos y hacer lo que nos gusta”. Era la sensación de plenitud, de libertad, de estar en una naturaleza salvaje donde nada la domina y a pesar de las tormentas, sol o nieve sigue indómita.

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Llegamos a un punto de control y a partir de ahí solo unos kilómetros más y tocaríamos el final de esa subida de más de 20 km para encauzar una bajada fuerte. Con zonas técnicas y había que ir con cuidado porque la montaña siempre te recuerda que nadie puede controlarla, y así fue, el cordón de mi zapatilla quedó enredado en una raíz de un árbol, provocando que me fuera al suelo y rajase la zapatilla. En ese momento sólo quería levantarme por temor a los posibles dolores que me podría provocar la caída. Me sentí incluso absurda por caerme, no vi la raíz que sobresalía y para colmo la zapatilla rota. ¡Dios que esto no me provoque una lesión! Retumbaba en mi cabeza .. metí de nuevo por dentro los dedos en la zapatilla y un montañero que pasaba por allí curó mis heridas junto con Santi y emprendimos la bajada hasta el siguiente avituallamiento que faltaba muchos kilómetros por llegar. No quería pararme temiendo al dolor aunque no dejaba de sangrar y era incomodo correr con las zapatillas rotas pero “nadie dijo que fuera fácil”.

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Llegamos al siguiente avituallamiento y a partir de ahí comenzó el calvario, y mermó nuestras fuerzas. Habían quitado en algunos puntos las balizas y estuvimos perdidos durante unos kilómetros que nos hizo dar vueltas con una calor exagerada y acabar fatigados y algo harto de estar en carrera. Pero recuerdo una imagen que en cierta medida me hizo seguir y no querer dejar de avanzar. Nos metimos a refrescarnos en el Jerte, y llenarnos de vida para recuperar aliento y motivación. Mientras me echaba agua, Santi me sonreía con una dulzura que sentí que nada haría que no terminásemos porque había sido capaz de colocar una sonrisa donde yo en ese momento no veía.
Seguimos por senderos, maleza y kilómetros de calor, acabamos cogiendo alguna fruta de los árboles y saboreando el dulce sabor de la vida. Reíamos al recordar cosas y otras porque no decirlo, enfadados porque nos habíamos perdido, no había suficiente avituallamiento, era la sensación de sentir que “esto ya no tenía sentido.”

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Por fin tercer avituallamiento, refresqué mis pies doloridos, cambié los calcetines, algo de fruta y emprender los últimos casi treinta kilómetros, de nuevo sin más avituallamientos y saber que el agua debíamos racionalizarla o beber como hice en varias ocasiones de los arroyos. Nos quedaba ya una subida fuerte y una bajada que nos hizo tambalear y flaquear las piernas.
Durante kilómetros interminables, mi cabeza me jugó malas pasadas, una lucha incesante con la frase ¿cuánto más tengo que soportar esto?, me aferraba a todo tipo de motivos y a veces sentía que las tormentas podía tapar el sol que siempre lidera mi vida, tenía ganas de llorar de agobio… era la primera vez que sentía que la prueba me estaba superando. Santi me recordó que nada podía con nosotros, y hablar me ayudó a calmarme y encontrar ese motivo que me hace dar cada paso…. Porque ruge en mí.
Última bajada, casi de noche y un pequeño frontal para iluminarnos a los dos, que no dejábamos de animarnos, “esto está hecho” “vamos” “cuidado, ya no hay prisas” y un paisaje casi apenas perceptible por la luz se ofrecía para nosotros. Un lugar bello para mí por dos razones preciosas, ahí había estado con una persona a la que quiero y me ha dado tantas momentos de dulzura y cuidado, mi amigo Pana y además en aquel lugar conocí a otra persona, que siempre apoya mis sueños y fue capaz de crearme un tema musical para que me acompañase al desierto “I Have a dream”, mi amigo Brother. Recordarlos me hizo emocionarme, es increíble como un lugar te transporta a situaciones vividas e incluso volver a sentirlas con más pasión.
Último salto y por fin, llegamos al pueblo, ya estaba conseguido, entraríamos en la meta y una vez más la batalla estaba ganada. Antes llamé a mi madre, últimamente lo hago siempre antes de terminar, necesito escuchar su voz y que me de alas para correr más rápido. Sé que me dirá: ¿Estás muy cansadita hija? ¿Tienes dolores? Y siempre le respondo “estoy bien madre” y al colgar lloro, y ya no me duele nada, ni existen demonios, ni avituallamientos, no existe nada… solo el viento en la cara.
Ahora que ha pasado unos días, y me siento tranquila frente al ordenador me alegro de haber vencido a esos demonios que dominaron a muchos, que peleé hasta el último kilómetro y que quizás en algún momento volveré a saborear el dulce sabor de la victoria porque no opté por el camino fácil, sino por el difícil, aquel que te recuerda que estás viva porque sientes y creas tus propios pasos.
Una meta más alcanzada que Santi me ayudó a conseguirla “gracias” , un viaje rodeada de amigos que me hacen vibrar, un beso de buenas noches con sabor a desierto… una frase de mi compañero de viaje “sé niebla”

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Corredor Solidario Dos Bahías… 24 horas

¿Cómo se siente un enfermo de cáncer? No lo sé
¿Qué pensamientos tiene? No lo sé
¿Qué dolores padece? No lo sé
¿Cómo puede ser ayudado? Sí lo sé.

Recibí un mensaje de una mujer maravillosa Cristina, donde me invitaba a correr junto a ella y su gran equipo Humaniza Team, 24 horas para recaudar fondos para una sede humanitaria en Puerto Real contra el cáncer. Accedí a estar con ellos, casi todos son hermanos del desierto y eso sin darte cuenta te une. Era un proyecto precioso pero nunca pensé que fuera a darme una lección tan importante en mi vida.

Llegó el gran día, preparativos y a la caravana de Tito Gerardo, si me permitís diré que es una de las mejores personas que conozco porque su bondad no tiene límites. Así que nos dirigimos hasta Los Barrios para unirnos con el resto de compañeros, entre kilómetro y kilómetros de carretera, reventón en la rueda pero eso no borró nuestra sonrisa y ganas de llegar.

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Reencontrarme con Cris y compañeros fue precioso, bajo un cielo de estrellas que nos hacía recordar las noches de Sables, los entrenamientos nocturnos y a veces la nostalgia nos invadía. Pasaban los kilómetros y hablábamos de todas nuestras aventuras, de nuestros sentimientos y cada minuto encontraba un motivo más del porqué tenía que estar ahí, como ver a Manolo «Tempranillo», un adolescente de 15 años que ha sufrido ya Quimioterapias, dolores en su cuerpo y cada día lucha por demostrar que la enfermedad no puede con él. En la noche estuvo presente y os puedo asegurar que a mí me colocó en mi sitio y me dio fuerza para seguir. El terreno por donde transitábamos era a veces complicado, y las piedras y la maleza se clavaban. Jamás lo oí quejarse, se calló en alguna ocasión y se levantó y continuó. Su padre con una sonrisa preciosa lo llevaba de la mano… me ahogan las lágrimas en la garganta mientras escribo. Ver un padre con esa fuerza luchar junto a su hijo, darle la valentía necesaria para afrontar la vida y cumplir sueños, te hace descubrir la fortaleza del ser humano y cómo podemos sembrar esperanza en la vida de las personas que nos rodean.

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Llegó por fin el amanecer, y el café que tomamos y ese frescor de la mañana nos quitaba el sueño. Seguimos nuestro camino, y compartiendo nuestras vidas… A veces se apoderaba el silencio y otras el cansancio pero la clave era avanzar.

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El calor llegó pronto y menguaba las fuerzas, era sinceramente en algunos momentos insoportables, no había sombra y el agua rápidamente se calentaba. Pensé en algunas ocasiones que estaba en la etapa larga de Sables y me repetía, si pudiste con eso puedes con todo. Ver la caravana en los puntos de avituallamiento me daba ese impulso para continuar, grande el equipo de asistencia, grande mis compañeros que me daban la oportunidad de estar ahí

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Avanzaba la tarde, y junto a Cristina y Gerardo llegaba casi al final después de horas bajo un sol abrasador, pero nos llegó un regalo maravilloso, la compañía de Manolo Olmo, gracias porque fuiste lluvia para calmar nuestro calor.

Tocaba correr a tope los últimos kilómetros donde nos reencontraríamos con más compañeros y juntos llegaríamos a Puerto Real, escoltados por la caravana que durante 24 horas nos había asistido y la policía local, últimos kilómetros de charla con personas admirables, pensar en posibles acciones juntos y apurar ese tiempo a su lado.

Llegamos al pueblo, y ese momento jamás se me olvidará, nos esperaba un club de ciclismo de allí para llevarnos hasta meta y una familia con un niño precioso. Podía ser un niño cualquiera pero no, era Domingo compañero de Manolo Tempranillo de batalla. Abrazos, besos y miradas de complicidad, sufrimiento, dolor, superación… Eso reinaba en aquellos momentos. Y junto a esos dos valientes y Pablo (hijo de Ángel) un navegante aventurero,  emprendimos la carrera hasta la meta.

Corríamos detrás de ellos, porque eran los verdaderos protagonistas, al verlos pensé cómo le explicas a un niño que le ha tocado una enfermedad de ese tipo, cómo le enseñas a pelear contra ella, cómo le dices que el dolor le hará más fuerte, cómo explicarle que debe continuar cada día, cómo decirle que a pesar de todo la vida es sencillamente maravillosa… pues no sé como se explica, pero sí comprendí que esos niños llevaban detrás de ellos una familia preciosa que quizás no tuvieron que darle tantos detalles y sí enseñarles a luchar por ellos cada día, para comprender el sentido de la vida.  Sentí que era una privilegiada  por estar sana, entendí que el ser humano puede crear grandes cosas cuando se unen, que mirar a otro lado no aporta nada y la vida hay que encararla. Recordé que no somos nadie por correr más kilómetros sino por nuestras acciones, y me bañé de emociones intensas, esas que nacen en la boca del estómago y te tambalean para mucho tiempo.

Estas 24 horas han sido una experiencia que me ha tocado en lo más profundo de mí, quizás porque por primera vez ví de cerca una realidad fea pero los niños le dieron un color diferente, haciéndola de un tono más pastel.

Me emociono al recordar a mis compañeros del equipo HUMANIZA TEAM: Ángel, Manolo, Manolo Tempranillo, Cristina, Jose, Juan, Caiman , Caiwoman, Paco, Gerardo, Trini, Benjamín, Chino, Picadrilo, Piescu, etc… y no puedo dejar de darles las gracias por contar conmigo para esta causa, por compartir tantas cosas… gracias por vuestro arropo y aquí estaré para la próxima estación donde queráis que comencemos una nueva historia, con personas como vosotr@s el mundo puede cambiar.
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